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lunes, mayo 07, 2007

Niños irrespetuosos

«Los niños españoles no son violentos, sino profundamente irrespetuosos» (El Correo 07/05/07)
El especialista Javier Urra advierte de que los malos tratos de los hijos a sus padres aumentarán a medio plazo
GERARDO ELORRIAGA/BILBAO
«Los niños en España, no son violentos, sino profundamente irrespetuosos, que son dos cosas distintas», responde Javier Urra, interpelado sobre el caso de un matrimonio asturiano que solicitó la cesión de la tutela de su hija adolescente ante la imposibilidad de controlarla. Sin embargo, el primer Defensor del Menor, cargo que ejerció entre los años 1996 y 2001, reconoce que los malos tratos de los pequeños hacia sus padres aumentarán a medio plazo. «Es como un tsunami», advierte. «El niño que es insufrible a los siete años, lo será aún más a los catorce, y ese perfil está a punto de llegar y no tiene solución. Hay que educar a los cero y tres años, para que no se genere esta problemática». El especialista hablará hoy en el Salón El Carmen de Bilbao, a partir de las 20.15 horas, sobre los padres desorientados en la relación con sus hijos. El acto forma parte del actual ciclo de encuentros del Aula de EL CORREO de la Fundación Vocento y cuenta con la colaboración de Acción Familiar Vizcaína y Unicef País Vasco.
Entre las causas de esta situación se refiere a la irresponsabilidad paterna. «Ellos quieren vivir, conocer y salir, y no se dan cuenta de que son padres en primera instancia», apunta. Señala que, si bien algunos disfrutan con sus chavales, otros se sienten desbordados. A su juicio, la gravedad de esta situación se comprueba con los 120.000 ejemplares vendidos el pasado año de su obra 'El pequeño dictador', y con la existencia de 7.000 hijos denunciados por sus progenitores. «Se produce más violencia en el hogar que en la escuela, aunque ahí se ha magnificado».
La raíz del problema es la ignorancia al tratar a los menores. «Mucha gente no sabe cómo poner límites y decir que no. De esa incapacidad surgen algunos muchachos conflictivos, aquellos que se niegan a colaborar en casa y no quieren ir al colegio, y que, a menudo, entran en contacto con chicos mayores que los introducen en el mundo de la droga». También concurren otros factores sociales. «Hablo de la presión del consumo dirigida hacia los niños, que genera insatisfacción y ese sentimiento de impunidad derivado de los mensajes que propagan los medios de comunicación», indica.
La baja natalidad ha agravado las cosas. «El niño se ha convertido en el tesoro de la casa», aduce, y lamenta que los pequeños puedan conocer a sus abuelos y, quizás, a sus bisabuelos, pero que apenas traten con otros iguales, de los que aprenden. «Se le ha dicho que es el rey y se lo ha creído». Además, se refiere a los padres separados «que los malmeten contra su ex pareja y cuestionan sus criterios. Y a las madres de 36 años que compiten con su hija de 16».
Rearme ciudadano
La inmigración ha permitido un repunte demográfico, aunque anuncia nuevos problemas: «Los hijos de los recién llegados vienen con otra mentalidad. Están acostumbrados a la obediencia debida y respetan o temen al padre. El conflicto surge porque en los países de origen sus mayores se encuentran apoyados por la norma, mientras que aquí se quedan sin anclajes o recursos como el diálogo y el chantaje emocional, que desconocen. Los padres se quejan del exceso de libertad y no saben qué hacer».
Para afrontar la situación, apela al rearme ciudadano. «Hemos de reaccionar con normas que favorezcan la posición de los maestros e interrogarnos sobre la edad de responsabilidad penal, porque, tal vez, habría que reducirla a los doce años», aconseja. «Debemos recuperar el respeto, la disciplina y la autoridad, valores que no tienen nada que ver con la dictadura. Un niño requiere libertad y ser responsable de sus propios actos».
Junto a estas carencias, Urra se refiere a otro sector de la juventud que crece en un ambiente sano, estudioso, solidario y con espíritu ecologista. Una encuesta de Unicef ha demostrado que España es el sexto país del mundo donde los niños se sienten más queridos y aduce que, junto al afecto, destacan la solvencia de las instituciones y una legislación adecuada. «Pero no nos engañemos. Este mundo no vuelve atrás, hay que adaptarse a los cambios propiciados por una tecnología que da información a chavales que, quizás, no pueden asimilarla». «Hemos de educar con criterio. No pasa nada porque el niño llore; la sanción es necesaria y la figura del padre varón, un tanto 'desnortado', debe recomponerse para que sea eso, un padre, no un colega. Vamos a ver si la sociedad recapacita y asume sus responsabilidades», concluye.

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